Vivimos aquí en una guerra, en distintas batallas, pero la única importante es la búsqueda de sentido, el anhelo del bien, de la belleza, de la justicia y del amor, que solamente Dios puede saciar. Cuando nos dejamos seducir por Dios, consentimos a que lleve el peso más grave de la vida, que perdone nuestros pecados y nos llene de su amor, nuestra vida se transforma y ofrece a los demás el vigor del mismo Dios, su amor y su salvación. Este es el principio de la paz.