solidaridadLa absolutización de lo que no es absoluto, sino relativo, no libera al hombre, sino que lo priva de su dignidad y lo esclaviza. No son las ideologías las que salvan el mundo, sino el dirigir la mirada al Dios viviente, que es nuestro Creador, el garante de nuestra libertad, el garante de lo que es realmente bueno y auténtico. “La revolución verdadera consiste únicamente en mirar a Dios, que es la medida de lo que es justo y, al mismo tiempo, es el amor eterno. Y ¿qué puede salvarnos sino el amor?». (Benedicto XVI).

Los santos son la revolución de Dios para el mundo porque se han dejado invadir por el amor de Dios. Son una nueva humanidad que hace visible el amor vivido hecho carne, presente entre nosotros. El drama del mundo es por esto el silencio de Dios, la increencia, el ateísmo que marca la cultura y las ideologías del mundo actual que configuran el modo de vivir como si Dios no existiese. Nos falta referencia ética por la falta de Dios. Ciertamente emulamos los “valores”, y los valoramos. Sin embargo nadie es héroe por valorar la heroicidad, ni supera su egoísmo por valorar la generosidad. Hace falta que el amor de Cristo nos de la gracia para amar dando la vida, como hace El, amar hasta el extremo, para vencer el mal, las tentaciones y el pecado. El reinado del amor se implanta desde la Cruz.

Es lo que Benedicto XVI ha denominado «la revolución de Dios», el paso a una humanidad nueva y renovada, donde reine el amor y la paz, donde la verdad nos haga libres y misericordiosos, donde se siga el camino de la felicidad que está, precisamente, en ese saberse creado y amado por Dios, en ese comprenderse hijo de Dios en todo, en ese comprender al otro en su suprema dignidad.

 

 

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