Nos vamos preparando para vivir en nuestra Diócesis la XXXIX Semana de la Familia. Os espero este domingo para la Misa de Apertura en la Catedral a las 12 horas. Familias, ¡vivid y mostrad la gratuidad de una vida en Cristo! Vuestras relaciones incondicionales son modelo del verdadero progreso. Nos urge la Caridad. La alta cifra oficial de parados en España nos sigue sobrecogiendo a todos. En nuestra tierra, como bien sabéis, el índice es aún mayor.
La crisis actual, enraizada en una profunda crisis moral y de valores, pone de manifiesto la miseria de una cultura basada sólo en la técnica y la simple política, es decir “el absolutismo de la técnica” que pone en entredicho el progreso, entendido como simple riqueza y poder, y que puede volverse contra el hombre.
Los que conocemos la caridad de Cristo estamos llamados a un servicio constructivo que genera un progreso verdaderamente humano, que reclama la centralidad de la persona, de su razón y su libertad, ordenando rectamente las realidades humanas, y a vivir esto esta llamada precisamente la familia humana como principal núcleo y motor de la sociedad.
Recuerdo la siguiente reflexión del Santo Padre Benedicto XVI en su Encíclica Caritas in Veritate, que propone con valentía la novedad de la experiencia de la comunión cristiana como el auténtico motor que puede regenerar nuestra sociedad por el principio de gratuidad:
«Al ser un don recibido por todos, la caridad en la verdad es una fuerza que funda la comunidad, unifica a los hombres de manera que no haya barreras o confines. La comunidad humana puede ser organizada por nosotros mismos, pero nunca podrá ser sólo con sus propias fuerzas una comunidad plenamente fraterna ni aspirar a superar las fronteras, o convertirse en una comunidad universal. La unidad del género humano, la comunión fraterna más allá de toda división, nace de la palabra de Dios-Amor que nos convoca. Al afrontar esta cuestión decisiva, hemos de precisar, por un lado, que la lógica del don no excluye la justicia ni se yuxtapone a ella como un añadido externo en un segundo momento y, por otro, que el desarrollo económico, social y político necesita, si quiere ser auténticamente humano, dar espacio al principio de gratuidad como expresión de fraternidad.» (n. 34)