“Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito: estad alegres. El Señor está cerca” (Flp 4,4) Esta exhortación de San Pablo a la comunidad de los filipenses se hace hoy profundamente actual. ¡Somos miembros del Cuerpo de Cristo! Su resurrección es su victoria sobre el pecado y la muerte y nos alcanza también a nosotros que somos victoriosos con Él. La Pascua nos llena, por esto, de alegría y esperanza. Formamos parte activa de la comunidad del resucitado, y Dios nos acompaña siempre, en cada instante de la vida, porque quiere llevarnos un día a participar de su gloria eterna.
Quienes vivimos experimentando esta presencia del Resucitado y la acción de su Espíritu no podemos dejarnos vencer por la tristeza ni el desánimo. El encuentro con Cristo debe llenar de alegría nuestros trabajos, la relación con los demás, y debe hacernos, sobre todo, testigos de su amor, de su misericordia, que hace que nuestra vida sea más auténtica. El pecado no tiene sitio en esa vida nueva engendrada en el bautismo.