Egipto_Cristianos perseguidosLa pascua celebra la resurrección de Jesucristo, victorioso sobre la muerte, pero, sobre todo, que su victoria es nuestra victoria. Esto hace que la fiesta se denomine como «la reina de todas la estaciones», «día esplendoroso», «la fiesta regia de todas las fiestas». Éste es el día que hizo el Señor. Celebramos y vivimos, por tanto, la verdad fundamental de la fe cristiana.

Cómo nos enseñaba san Juan Pablo II en su Mensaje de Pascua para el Nuevo Milenio: “Todo proyecto y designio del ser humano, esta noble y frágil criatura, tiene hoy un nuevo ‘nombre’ en Cristo resucitado de entre los muertos, Porque ‘en Él hemos resucitado todos’”.

En medio de esta alegría pascual nos llegan noticias constantes de la situación de los cristianos perseguidos violentamente en más de cincuenta países y la tragedia de los continuos atentados, asesinatos, deportaciones de cristianos por la única razón de serlo y confesar su fe, llaman a nuestra conciencia y piden nuestro auxilio. Los sucesos recientes de Pakistán, Irán, Siria, Kenya, China, Corea del Norte, etc. nos afligen y llenan de consternación.

Siguiendo la invitación del Santo Padre el Papa Francisco os pido vuestra oración y ayuda material. Además de las oraciones en la celebración de la misa dominical y diaria que hemos de hacer, ofreced vuestra oración personal y comunitaria –liturgia de las horas, adoración eucarística, etc.—por ellos. Os animo a secundar las acciones de denuncia ante las instituciones y cualquier forma de ayuda organizada, así como a aportar limosnas que les haremos llegar.

Hermanos, queridos amigos: Jesús no es un hombre del pasado. Al contrario, no deja de mirarnos, como un amigo que al tiempo es el Señor, es Dios. Él siempre se deja ver, pero, como sabe quien vive la fe de la Iglesia, se acerca directamente en la oración, en los sacramentos, y especialmente en la Eucaristía y en el perdón. Se nos ha dado en la eucaristía, su cuerpo vivo entregado, para que nosotros también le demos nuestro cuerpo y la Eucaristía traspase los límites de la iglesia y para estar presente en las formas de servicio al hombre y al mundo.

Os invito, por consiguiente, a vivir intensamente este tiempo de Pascua, tan largamente preparado, para recibir ahora su fruto. Han pasado los 40 días del ayuno cuaresmal y comienzan «los Cincuenta Días de la Pascua,» siete semanas más un día  –una «semana de semanas» desde ahora hasta la fiesta de Pentecostés-. En estos cincuenta días nuestro Señor resucitado nos hace vivir una nueva primavera.

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