obispo-en-cie-tarifaEste Domingo 18 de enero celebra la Iglesia la Jornada de las Migraciones, y el domingo siguiente, día 25, celebraré en la Catedral para recordar esta realidad que nos preocupa a todos, que es tan importante y querida para mi y para la Iglesia . Estoy convencido de que las personas inmigrantes ocupan un lugar privilegiado en el Corazón del Señor. Él es el que mejor conoce los deseos y esperanzas que traen estos hermanos nuestros, y también es Él quien más sufre sus penalidades y desgracias, que en muchos casos les han obligado a salir de sus países, les acompañan en su difícil llegada a nuestra tierra y siguen sufriendo aún después de muchos años de convivencia entre nosotros.

En mis encuentros con algunos de mis queridos hijos inmigrantes he podido constatar esta experiencia. En Tarifa y Algeciras, especialmente, pero también en otros lugares, he compartido dolencias y luchas. Pero sobre todo me ha emocionado ver tanta fe y tanta esperanza, una maravillosa certeza de la compañía de Dios en tan difícil camino, la alegría y el consuelo de sus corazones al comprender que el valor de la vida está en Su Amor. Él asegura la dignidad de todo hombre. Por ello, los cristianos recibimos a tanta gente que viven el drama de la inmigración como hermanos y sabemos que ante todo son un don que Dios nos hace, un regalo que alegra nuestras celebraciones eucarísticas dominicales, nuestras catequesis y nuestras parroquias. Estos hermanos nuestros tienen mucho que aportarnos. Sobre todo esa fe y esperanza que lanza a seguir luchando y también esa humildad abandonada que lo espera todo de la Caridad de Dios y de nuestra acogida. Es maravilloso recibir de ellos esas experiencias que atestiguan el amor divino y que sostienen en la lucha. En medio de la crisis que sufrimos, unos y otros podremos alentarnos ayudándonos a poner los ojos en Aquel que nos sostiene: El Resucitado.

No podemos, sin embargo, dejar de denunciar el derecho en primer lugar a no emigrar, a que en los diversos países de origen se den las justas circunstancias que permitan tener una vida digna. Tampoco debemos mirar a otro lado en cuanto a las situaciones irregulares que se siguen dando en nuestro propio país: las condiciones de empleo, de sanidad, de seguridad. Queremos responder a Cristo que nos llama a la conversión en nuestros hermanos inmigrantes.

Afortunadamente las parroquias se han convertido en un modelo de acogida e integración. Qué alegría me da, cuando visito vuestras comunidades, encontrar esta vida cristiana integradora de todos, verdaderamente católica. Lo mejor que podemos compartir es la fe y la esperanza en Cristo Jesús.  Y estoy persuadido de que aún podemos hacer más. Animo, por eso, a las parroquias a una generosa reflexión pastoral con el fin de conseguir una mejor acogida y la integración plena de los emigrantes en cada comunidad.

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