Hemos dado comienzo al Año Jubilar por el V Centenario de Santa Teresa. Ayer domingo lo celebrábamos en la Catedral junto con los padres carmelitas. El Papa Francisco, en el Mensaje al Obispo de Ávila para la ocasión, nos ha marcado el rumbo de esta celebración y del año jubilar. Nos invita a la alegría de Dios, la de la Santa de Ávila. «La verdadera santidad es alegría, porque un santo triste es un triste santo», la española más universal, cuyo nombre han ido tomando otras mujeres excepcionales como Teresa de Lisieux, Edith Stein o Teresa de Calcuta. Con motivo del quinto centenario, el Papa anima «a todos los españoles a conocer la historia de esa insigne fundadora, así como a leer sus libros». En la línea de su exhortación apostólica programática «La alegría del Evangelio», el Papa recuerda que «Dios se alegra con nosotros. Y, de sentir su amor, le nacía a la Santa una alegría contagiosa que no podía disimular y que transmitía a su alrededor».
Ese tintineo del alma es compatible, según Francisco, con una vida de renuncia y de sacrificio por los demás «mirando al Crucificado y buscando al Resucitado. De ahí que la alegría de Santa Teresa no sea egoísta ni autorreferencial. Como la del cielo, consiste en «alegrarse de que se alegren todos»». El Papa aconseja practicar la oración, que ella «definió bellamente como un «tratar de amistad estando muchas veces a solas con quien sabemos que nos ama». Rezar no es una forma de huir, ni de aislarse, sino de avanzar en una amistad». Finalmente, el Santo Padre invita a imitar el ejemplo de la andariega en el modo de cumplir «los deberes de cada día porque también «entre los pucheros anda el Señor»» y en el modo de afrontar «las dificultades de su tiempo, tan complicado, sin ceder a la tentación del lamento amargo».