desesperacionCuando no hay una razón para dar la vida, ésta se malogra. La lógica no basta. Se impone la resistencia al amor, el pecado y, con el, la perversión del sentido de la vida. La falta de esperanza, el sinsentido, el desamor… son suicidas de la felicidad. Se confirma la verdad de la predicación de Cristo: “quien quiera ganar su vida la perderá, pero quien de su vida por mi la salvará”.

Nuestra mirada al mundo que nos rodea lo confirma. Ved, por ejemplo, cómo los suicidios en España, según las recientes informaciones (más de 3.500) son ya la segunda causa de mortandad en la población joven de entre 25 a 34 años. Son síntomas de la pérdida del sentido y valor de la vida, la propia vida, tras el agotamiento de vivir para si.

Solamente nos educamos para la vida cuando aprendemos cada día a morir a nosotros mismos. La práctica de la ascesis cristiana está, sin embargo, devaluada. Deberíamos recuperarla quizá como los ejercicios “aeróbicos del espíritu”, como quien quiere vivir en forma. La ascesis es la práctica de los ejercicios del alma necesarios para abrazar el amor crucificado, el camino de la salud. Los ejercicios que harán tu corazón más amplio, luminoso y sobre todo más fiel al querer del Señor, son también, como en el entrenamiento físico, “inclinarse”, pero para servir al prójimo y luego “levantarse” del pecado y del mal; y “correr” por el camino de los mandatos del Señor; o llevar todas mis preocupaciones a los pies de la Cruz del Señor, y “arrojarlas”, como pesas, ante Él, porque Él se interesa por mí. Debemos “postrarnos” ante Dios para adorarlo, y “levantar las manos”, dar gloria al que vive por los siglos de los siglos  Y sobre todo, “cargar” cada día con la cruz y seguir al Señor Jesús.

¿Estamos preparados para dar la vida, para sufrir la Cruz? Nos espera la Cruz de nadar contracorriente a causa del laicismo impuesto como religión de estado. Me refiero a la moral del estado que hace imposible ser buen ciudadano y buen cristiano,  y obliga a desertar, abdicar o apostatar de la fe. Si no se quiere  optar por los poderosos del mundo acomodándose a las exigencias y presiones de las ideologías dominantes, se vive la Cruz. Esta dificultad la encuentran ya quienes ejercen ciertas profesiones como la medicina, la  abogacía, la enseñanza… Siempre hay que ofrecer sacrificios a los nuevos dioses, a las idolatrías del poder. Ved, si no, la situación tremenda del aborto y la defensa de la vida.

El testimonio de la caridad también requiere asumir el amor entregado de Cristo que da la vida. Es hoy un especial camino para la fe y el testimonio cristiano. Muerte y vida se dan en la entrega por los demás.

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