EL PAPA FRANCISCO RECIBE AL CUERPO DIPLOMÁTICO

Reproduzco aquí un texto extraído del discurso del Papa Francisco en la Asamblea Diocesana de Roma celebrada este mes de julio. Una reflexión interesante sobre la necesidad de ser auténticamente evangelizadores, y siéndolo, evangelizar.

«(…) El cardenal Vallini ha hablado de este camino de conversión pastoral misionera. Es un camino que se hace y se debe hacer, y nosotros tenemos la gracia aún de poder hacerlo. Conversión no es fácil, porque es cambiar la vida, cambiar de método, cambiar muchas cosas, incluso cambiar el alma. Pero este camino de conversión nos dará la identidad de un pueblo que sabe engendrar a los hijos, no un pueblo estéril. Si nosotros como Iglesia no sabemos engendrar hijos, algo no funciona. El desafío mayor de la Iglesia hoy es convertirse en madre: ¡madre! No una ONG bien organizada, con muchos planes pastorales… Los necesitamos, ciertamente… Pero eso no es lo esencial, eso es una ayuda. ¿A qué ayuda? A la maternidad de la Iglesia. Si la Iglesia no es madre, es feo decir que se convierte en una solterona, pero se convierte en una solterona. Es así: no es fecunda.

No sólo engendra hijos la Iglesia, su identidad es dar vida a los hijos, es decir, evangelizar, como dice Pablo VI en la Evangelii Nuntiandi. La identidad de la Iglesia es esta: evangelizar, es decir, engendrar hijos. Pienso en nuestra madre Sara, que había envejecido sin hijos; pienso en Isabel, la esposa de Zacarías, que envejeció sin hijos; pienso en Noemí, otra mujer que envejeció sin descendencia… Y estas mujeres estériles tuvieron hijos, tuvieron descendencia: el Señor es capaz de hacerlo. Pero para ello la Iglesia debe hacer algo, debe cambiar, debe convertirse para llegar a ser madre. ¡Debe ser fecunda! La fecundidad es la gracia que nosotros hoy debemos pedir al Espíritu Santo, para que podamos seguir adelante en nuestra conversión pastoral y misionera. No se trata, no es cuestión de ir a buscar prosélitos, ¡no, no! Ir a tocar los timbres: «¿Usted quiere venir a esta asociación que se llama Iglesia católica?…». Hay que hacer la ficha, un socio más… La Iglesia —nos dijo Benedicto XVI— no crece por proselitismo, crece por atracción, por atracción materna, por ese ofrecer maternidad; crece por ternura, por la maternidad, por el testimonio que genera cada vez más hijos. Está un poco envejecida nuestra Madre Iglesia…

No debemos hablar de la «abuela» Iglesia, pero está un poco avejentada. Tenemos que rejuvenecerla, pero no llevándola al médico que hace la cosmética, ¡no! Este no es el verdadero rejuvenecimiento de la Iglesia, esto no funciona. La Iglesia se hace más joven cuando es capaz de engendrar más hijos; se hace más joven cuanto más se hace madre. Esta es nuestra madre, la Iglesia; y nuestro amor de hijos. Estar en la Iglesia es estar en casa, con mamá; en casa de mamá. Esta es la grandeza de la revelación. (…)»

 

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