Santa_Margherita_Maria_Alacoque_D

Mañana celebramos la hermosa fiesta del Sagrado Corazón de Jesús. Os invito a una reflexión, y es, la de la desproporción entre su amor hasta el extremo de la Cruz, y nuestras ofensas a su amoroso Corazón. Al celebrar esta fiesta queremos rendirle el homenaje de nuestro amor y ofrecerle una “cumplida reparación”. Nuestra respuesta a su inmenso amor nace en el asombro de la desproporción, que se convierte en alabanza y en acción de gracias. Su amor desbordante nos convierte en siervos del amor, portadores de comunión, de unión con Dios, para enseñar a vivir “de cara a Dios”, al contrario del secularismo que invita a vivir “de espaldas a Dios”, de espaldas a Su amor manifestado en Su Corazón traspasado.

Los pecados del mundo nos hacen reconocer la extensión y la dureza del mal. El pecado lleva a la degradación y deshumanización que es el clima para el egoísmo y, con él, todos los abusos, la manipulación de los demás, y la red de violencia y desprecio de la vida y de la virtud que conduce a la extorsión del otro, de sus libertades, del respeto, de la igualdad entre todos. Encontramos a nuestro alrededor continuamente el gran vacío que aparece en la vida de tantos, que pretenden soslayarlo devorando materialmente los bienes y las bellezas de la vida, aunque sea de modo tan insatisfactorio o pernicioso como los fenómenos masivos de la droga, la violencia, el terrorismo o la destrucción de la familia.

En algunos ambientes se están borrando todas las certezas y los límites de decencia de la civilización occidental, y hasta el amor maternal o cualquier principio ético son recibidos como conceptos extraños y controvertidos. La degradación moral de nuestra sociedad hace patente, no solo la necesidad de una regeneración de lo humano, del valor de la justicia y el respeto, sino también del dolor que el pecado infringe en el corazón del Señor. Debe dolernos el pecado y el sufrimiento del Señor, que sufre ofendido, pero se sigue entregando para que todos se salven.

Es necesario que ayudemos a todos a encontrar de nuevo el camino del amor, de la bondad, que devuelve al hombre la sencillez y la frescura de la fuente de la vida, de nuestro origen y nuestro fin, aunque se vea desafiado por el cinismo del ambiente relativista. Y, sabemos bien que la bondad en persona es Jesús… el amigo que no traiciona jamás, fiel hasta el don de la vida en la cruz.

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