sagrado_corazon02Nos sorprende cada día alguna noticia de maltratos, violencia doméstica, extorsiones e incluso asesinatos que parecen poner en duda que seamos simplemente “humanos”. ¿qué nos pasa? ¿es que no tenemos corazón? Sin duda, en la medida en que se pierde a Dios, el hombre se deshumaniza. Pero ¿quién nos devolverá el amor?

En este mes de junio la Iglesia mira conmovida al Sagrado Corazón de Jesús,después de haber celebrado el mes de mayo a María, que ha sido como una gran introducción a este misterio íntimo del amor de Jesucristo.

No hay devoción más conveniente para nosotros y más agradable a Dios en estos tiempos que ésta al Corazón de su Hijo, que nos ha sido dada como un extremo auxilio de su gran Misericordia. Es una piedad actual eficacísima y reconfortante, pues nos lleva al Amor en su fuente y rehace nuestro propio corazón humano. Dice Jesucristo: “Venid a Mí todos los que estáis fatigados y cargados, que Yo os aliviaré. Mi yugo es suave y mi carga ligera. Aprended de Mí que soy manso y humilde de corazón”. No puede mostrarse más compasivo y delicado hacia los pobres pecadores que somos. Nos sabe débiles y frágiles, conoce nuestros problemas y los peligros que nos acechan. Y quiere echarnos una mano… El mal en todas sus formas nos acosa y los espíritus perversos nos persiguen, y Él abre la herida de su costado para mostrarnos el seguro asilo de su Amor, que nos libra y nos salva.

San Juan Evangelista, el discípulo amado, que cuando, ya anciano, le preguntaban sus oyentes por Jesucristo y su mensaje, respondía repitiendo invariablemente: “Amor, Amor, Amor…”. Juan fue el primero que, al recostar su cabeza en el pecho de Jesús, durante la Última Cena, tuvo el privilegio de oír los latidos de ese Corazón lleno de amor y amabilísimo. Desde entonces, esta devoción se ha ido abriendo paso a través de almas delicadas y particularmente sensibles hasta la gran revelación que, hace ya más de trescientos años, quiso Jesús hacer a su confidente Santa Margarita María de Alacoque, una religiosa de la Orden de la Visitación. Tenía un gran amor por Jesús. Y Jesús tuvo un amor especial por ella.

Se le apareció en varias ocasiones para decirle lo mucho que la amaba a ella y a todos los hombres y lo mucho que le dolía a su Corazón que los hombres se alejaran de Él por el pecado. Durante estas visitas a su alma, Jesús le pidió que nos enseñara a quererlo más, a tenerle devoción, a rezar y, sobre todo, a tener un buen comportamiento para que su Corazón no sufra más con nuestros pecados.

En aquella época rigorista, estas revelaciones fueron un viento nuevo reconfortante de confianza sin rigidadz, de aliento para creer. Hoy, muy distantes de aquella cultura, nos pueden devolver la humanidad perdida, una capacidad infinita de amor, a tantos individuos despersonalizados por la falta de caridad, desconsiderados y tratados como objetos y despreciados por la economía, las ideologías, los intereses. “Solo Dios es humano” era el título de un libro de hace años. Ciertamente, y gracias a El, a Cristo, el amor del hombre infinito, divino, entregado como don, como han hecho los santos.

El pecado nos aleja de Jesús y esto lo entristece porque Él quiere que todos lleguemos al Cielo con Él. Nosotros podemos demostrar nuestro amor al Sagrado Corazón de Jesús con nuestras obras: en esto precisamente consiste esta devoción.

Desde este Corazón amantísimo os bendigo. Deseo que la devoción a este Corazón Santo que tanto ha amado, ama y amará por siempre a todos los hombres os llene de consuelo, de amabilidad, de gracia… porque estamos “cansado y fatigados”, necesitados del alivio del amor pero, con la fuerza de su caridad, seremos también capaces de ser alivio para las cargas de los demás.

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