dsc02470Queridos amigos: este Domingo celebramos la Solemnidad de Pentecostés. La mayoría sabemos que es la Fiesta de la venida del Espíritu Santo sobre los Apóstoles y el nacimiento de las primeras comunidades cristianas, pero, tristemente, muy pocos tienen conciencia clara del significado e importancia de este acontecimiento que no se puede celebrar como una simple memoria de algo ya pasado. El acontecimiento de Pentecostés con todo lo que implica, consecuencias y frutos, tiene una gran importancia actual.

Cuando san Juan XXIII convocó el Concilio Vaticano II, en el que el Divino Espíritu obró poderosamente, elevó una oración pidiendo por la Iglesia y el mundo: “Renueva en nuestro tiempo los prodigios como de un nuevo Pentecostés, y concede que la Santa Iglesia, permaneciendo unánime en la oración, con María, la Madre de Jesús, y bajo la dirección de Pedro, acreciente el Reino del Divino Salvador, Reino de Verdad y Justicia, Reino de amor y de paz”.

El mismo Concilio habló luego de la acción e importancia del Espíritu Divino en la Iglesia en la Lumen Gentium, nº 4. También el cardenal Ratzinger, en aquel maravilloso libro/entrevista “Reportaje sobre la fe”, nos enseñaba: “Lo que nos narra el Nuevo Testamento sobre los carismas que se manifestaron como signos visibles de la venida del Espíritu Santo, no es mera historia antigua, concluida ya para siempre; esta historia se repite hoy bullente de actualidad”.

Iluminados por estas enseñanzas debemos pedir el vivir la “Espiritualidad de Pentecostés” y que se difunda a toda la Iglesia. La espiritualidad de Pentecostés se puede definir como un estilo de vida, en el que guiados por el Espíritu Santo, nos dejemos introducir a una oración más profunda en la que se da el encuentro día a día con Jesús resucitado, estando abiertos a las mociones del Espíritu y no apoyándonos sólo en nuestros razonamientos y capacidades humanas, para llevar adelante la obra de evangelización y la renovación de nuestras familias, parroquias y comunidades.

La vivencia de esta “Espiritualidad de Pentecostés” nos debe llevar a una “Cultura de Pentecostés”. ¿Qué significa esto? Debemos entender cultura en el sentido del conjunto de conocimientos, ideas, tradiciones y costumbres que caracterizan a un pueblo. Y entonces la llamada que el Señor está haciéndonos es no sólo para renovar la Iglesia, por el Espíritu, sino al mundo entero, a nuestro pueblo y a todos los pueblos de la tierra, estableciendo la Cultura de Pentecostés, es decir, llenando de la presencia y acción del Espíritu Santo, de la Fuerza de Pentecostés, la mentalidad, las tradiciones, las estructuras y el modo de ser de nuestro pueblo.

En nuestro tiempo de Nueva Evangelización, que es a la vez, tiempo de sembrar esperanza, debemos hacer que el Espíritu Santo sea conocido y amado. Ayudadme a reavivar en nuestra Diócesis la “Cultura de Pentecostés” que es lo único que puede hacer fructífera la civilización del amor y la coexistencia amistosa y cristiana entre todos nosotros. Con insistencia ferviente, nunca os canséis de pedir “¡Ven, Espíritu Santo! ¡Ven! ¡Ven!”

Lo repetimos juntos, vosotros desde vuestra casa conmigo: “¡Ven, Espíritu Santo! ¡Ven! ¡Ven! ¡Os bendigo de corazón, rezo por vosotros, rezad por mí!

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