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El Papa acaba de recordar en el encuentro con los carismáticos que la Iglesia, en la mañana de Pentecostés, “nació en salida”. Ha cantado con ellos que “Vive Jesús, el Señor”,  y les recordó que debemos volver siempre a este primer amor.  Esta es la conversión al amor de Jesús que cambia la vida y hace del cristiano un testigo del amor de Dios, nos transforma en auténticos evangelizadores que anuncian que Jesús está vivo y ama a todos los seres humanos.  Se trata del amor por el que permanecemos unidos en la entrega que el Señor Jesús nos pide para todos los hombres y en la oración al Espíritu Santo para llegar a esta unidad, necesaria para la evangelización en nombre de Jesús.  ”Enséñanos -dijo- a no luchar entre nosotros para tener una parcela más de poder… a amar más a la Iglesia que a nuestro partido”.  “La división ¿de dónde viene? ¡Del demonio! Huid de las luchas internas, por favor”. Me parece tan oportuno, tan  necesario, que no podemos dejarlo pasar.

Que Dios nos conceda también a nosotros “la santa embriaguez, la del Espíritu, que hace hablar todas las lenguas… la de la caridad que acerca a los hermanos y hermanas que más nos necesitan”  y nos empuja a “salir a los caminos a evangelizar, anunciando el Evangelio”. Dice Francisco: “Estemos siempre cerca de los pobres, de los necesitados, para tocar en su carne la carne herida de Jesús”.

Recuerda siempre que la Iglesia nació en salida, aquella mañana de Pentecostés… “Dejaos guiar por el Espíritu Santo, con aquella libertad. Y, por favor, no enjauléis al Espíritu Santo”.

Quiero por tanto, que oremos juntos al Espíritu Santo para que guíe nuestros pasos en la evangelización, para ser misioneros, discípulos y testigos de Cristo en nuestra diócesis. Por esto os invito a vivir intensamente la Solemnidad de Pentecostés, sobre todo suplicando al Señor su Espíritu en nosotros y celebrando la fiesta con toda la iglesia en la Eucaristía.

Permíteme que te invite además a participar en la Vigilia de Pentecostés, la víspera, el sábado por la tarde en la Catedral. Me gustaría que orásemos allí todos juntos, con fe y fervor, y verte allí con todos.

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