He inaugurado en el Seminario San Bartolomé una exposición itinerante de las Misioneras de la Caridad sobre la vida y espiritualidad de la Madre Teresa de Calcuta. La comenzaron con motivo de la JMJ de Madrid, en agosto de 2011. El montaje de la exposición consta de 40 paneles, entre textos de Madre Teresa y fotografías. Además, se instala una réplica de la habitación de Madre Teresa, y otra de la capilla que suelen tener las Misioneras de la Caridad. Se proyecta también un vídeo donde la Madre Teresa habla de diversos temas: fe, caridad, generosidad, etc.
La Madre Teresa escuchó las palabras de Jesús: “Tengo sed”. A partir de aquí, descubrió que su vocación consistía en saciar la sed de Jesús Crucificado, que era sed de nuestro amor, a través de la entrega a los más pobres en sentido material o espiritual (desesperanzados, personas sin un sentido que dar a sus vidas, etc.). La Madre Teresa fue mundialmente conocida así como su trabajo con los más pobres. En 1979 recibió el Premio Nobel de la Paz. Fue beatificada por san Juan Pablo II en la Plaza de San Pedro el 19 de octubre de 2003.
Su vocación, radicada en las palabras de Jesús en la Cruz “Tengo sed”, estuvo siempre marcada por uno de sus lemas: “Haz siempre las cosas pequeñas con gran amor”. En la entrega del Nobel, Madre Teresa dijo al mundo: “Es muy importante para nosotros darse cuenta de que el amor, para que sea auténtico, tiene que doler”. Y, en referencia a la muerte, siempre decía: “En el momento de la muerte, no se nos juzgará por la cantidad de trabajo que hayamos hecho, sino por el peso de amor que hayamos puesto en nuestro trabajo”.
Os invito, vivamente y de corazón, a visitar esta exposición Vida y espiritualidad de Madre Teresa de Calcuta. Estará en nuestro Seminario San Bartolomé, C/Compañía, 19, Cádiz, de forma gratuita, hasta el 24 de mayo en horario de lunes a viernes, de 11.00 a 13.30 horas y de 18.00 a 20.00 horas; y los sábados de 10.00 a 14.00 horas.
Si el carisma de la caridad va transformando nuestros corazones la evangelización avanzará grandemente entre nosotros, porque miraremos a los otros con la misericordia de Dios, escucharemos sus llamadas y, con el impulso del amor, olvidándonos de nosotros mismos, saldremos a las periferias de la existencia para llevar a Cristo.